En Mérida anualmente las temperaturas máximas extremas alcanzan entre 41 y 43 °C. Debido a las características de su centro histórico y a vivencias en sus espacios públicos, este trabajo tiene como objetivos (1) cuantificar las diferencias que hay entre los ambientes térmicos de calles y patios de su zona más antigua en relación con los ambientes térmicos de los alrededores semiurbanos y (2) relacionar las diferencias de las condiciones térmicas con las morfológicas de los tres tipos de sitios. Se incluyeron los patios para enfatizar, por contraste, el efecto térmico negativo en las calles de la configuración del centro. Se trabajó con datos de temperatura y humedad de calles y patios, monitoreados para este trabajo y con datos de los alrededores de Mérida obtenidos de organismos dedicados a la medición de los mismos. Entre los resultados más notorios se encontró que la máxima diferencia entre uno de los patios y una calle a una distancia menor de 200 m fue de 7.4 grados C, y la diferencia promedio de 3.9° C. La investigación mostró que las temperaturas de las calles son más elevadas que las de los alrededores y de los patios de los interiores de las manzanas, pero entre estos no hay gran diferencia. Asimismo, que los incrementos fueron mayores en las horas de más calor y uso ciudadano de las calles. Puesto que las condiciones térmicas naturales de la región son calurosas en sí, que las actividades de los transeúntes son de consumo metabólico superior al sedentario y que no hay protección contra el sol y superficies calientes, es evidente que los incrementos de temperatura que se dan en las calles por la morfología del centro histórico empeoran la incomodidad.