La calidad de vida en un lugar depende tanto de los espacios interiores como de los exteriores que lo integran, pero el espacio público es donde principalmente se consolida el tejido social en los conjuntos habitacionales urbanos, especialmente en aquellos de mayor densidad poblacional, como los multifamiliares. Esta consolidación depende, en gran medida, de la participación de los vecinos en las actividades que les empoderan para incidir en la transformación del espacio en un lugar de recreación y esparcimiento comunitarios con altos índices de vitalidad. Si los vecinos no participan en las etapas de diseño y construcción de los espacios públicos en torno a sus viviendas, debido a que los encuentran como algo definido a priori, controlados por la iniciativa de los ámbitos gubernamentales y empresariales en los desarrollos habitacionales, entonces es por medio de participación vecinal que pueden adquirir el poder de incidir de manera creativa o destructiva en la reapropiación física y simbólica del espacio público. Hoy, que la Política Nacional de Vivienda (2014-2018) en México privilegia la densificación por medio de la promoción de conjuntos habitacionales de alta densidad, se requiere de una política pública inclusiva y corresponsable que considere de origen y de manera normativa la participación vecinal para generar espacios y actividades que propicien la apropiación creativa de los espacios públicos abiertos, como factor de vitalidad en los conjuntos habitacionales de alta densidad.