La religiosidad de la gente africana que para tiempos de la administración española vivían en Yucatán, es un tanto desconocida, a pesar de que se ha explorado por diversas vías el intentar conocer más y mejor esas historias hasta ahora ocultas.1 Existen algunos apuntes que indican el acompañamiento a sus amos a las fiestas en honor de una imagen religiosa, por ejemplo la de la Purísima Concepción (López, 1955), o la de la Soledad (Cárdenas, 1937)2 , o cofradías tempranas a título del Santo Nombre de Jesús, en Mérida (Cárdenas, 1937) y Campeche (Restall, 2009), sin que por ello pueda pensarse que su fervor devoto como grupo fuese orientado hacia esas representaciones.
Ante la ausencia señalada, en este trabajo se muestra primeramente que por medio de menciones de su cofradía, los negros que vivían en Mérida tuvieron en su iglesia, al menos desde la segunda mitad del siglo XVII, un culto muy particular orientado a la Virgen de las Montañas (o de la Montaña, como aparece en algún Novenario), el cual era compartido con españoles y criollos, convirtiéndose, por ende, en una hermandad interétnica. En segunda instancia, con datos de la centuria siguiente, se infiere que esa devoción alcanzó entre el grupo dominante una alta consideración, pero continuó su adoración en la parroquia desti nada a los subalternos de color. Por último, se indica que el culto a la Virgen de las Monta ñas, al darse la Independencia nacional y el fin de la parroquia de negros y sus castas en 1822, siguió siendo venerada por algún sector privilegiado de la sociedad, al menos hasta 1914, sin descartar que después del cierre del siglo XIX los antiguos fieles de color también prosiguiesen con el culto.